Mariana, después de llegar al Nuevo Mundo y recuperarse de su enfermedad, se fue a pasear sola por los alrededores del poblado. A ella todo le parecía extraño y bello a la vez, un lugar lleno de naturaleza y vida. En un momento inesperado se encontró a un hombre, español, con larga barba y ropas muy parecidas a las que llevaban los antiguos indígenas. Estaba comiendo solo, en una choza alejada del poblado, con un aspecto extraño. Mariana en un primer momento dudó en si acercarse o no, ya que aparentaba no tener nada que ver con la religión cristiana y Mariana dudaba si eso estaba mal o no, pero finalmente se decidió por ir a saludarlo.
MARIANA: Buenos días señor, soy Mariana y vengo desde la gran España.
SEÑOR: Buenos días (Que motivos tendrá esta cristiana para interrumpir mi desayuno).
MARIANA: Perdone mi atrevimiento, pero ¿podríamos charlar un rato?
SEÑOR: ¿Una chica de tu clase no debería de estar en un palacio, en vez de en este viejo bosque hablando con un hombre desconocido?
MARIANA: Eso es cierto, pero ahora me he marchado de mi palacio en España para venir a casarme con el hijo del virrey. Llevaba unos días enferma y estaba harta de estar encerrada, entonces decidí salir a pasear.
SEÑOR: Es usted católica ¿verdad?
MARIANA: Sí, lo soy. Desde pequeña me han enseñado que la única religión verdadera es la católica.
SEÑOR: Tú también has caído en sus garras.
MARIANA: ¿Como dice?
SEÑOR: Las religiones son todas un montón de mentiras, en especial la católica. Te boy a hacer una pregunta Mariana. ¿Como puedes creer en una religión que obliga a la gente a creer en ella a partir de la fuerza, que se expande y elimina otras culturas, con pocos argumentos o con argumentos sin sentido? Si un dios misericordioso existiera, ¿crees que dejaría que pasara todo esto?
Mariana quedó sorprendida después de estas preguntas dirigidas hacia ella y sus ideologías.
MARIANA: Pero dios dice que si no se cree en él, se es un hereje, por lo tanto, serás castigado en los fuegos del infierno por toda la eternidad.
SEÑOR: Eso te lo han enseñado en la iglesia, ¿verdad?
MARIANA: Así es, me enseñaron que creer en dios es lo correcto.
SEÑOR: Pero nunca te enseñaron todas las acciones inhumanas que hacen.
MARIANA: ¿Usted no cree en nada?
SEÑOR: Creo en mis ideales, ya que las religiones me han demostrado que son un invento de los hombres.
Mariana, sorprendida por las palabras del hombre, decidió alejarse de él, ya que lo consideró peligroso.
MARIANA: Bueno señor, gracias por su charla, me debo ir. Adiós
SEÑOR: Acuérdate de mis palabras Mariana, no te dejes engañar por ellos.
Aquel señor tan extraño, se le quedó grabado en la mente a Mariana. Era la primera vez que se encontraba con un hombre que negaba rotundamente la existencia de cualquier dios.
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